Fue un 17 de Marzo, salíamos de clases o del trabajo listos para disfrutar el puente de marzo por el natalicio del Ex presidente benemérito de las Américas, Benito Juárez cuando comenzaron a llegar los correos, los mensajes, los comunicados.
Derivado de la ola de contagios y ante la llegada del COVID-19″ a México, se suspenden las clases presenciales, las actividades laborales que puedan llevarse a cabo desde casa, se harán de esa manera. Se marcó obligatoriedad al uso de cubrebocas y lavado de manos.
Decían que el virus estaba en el aire pero también se respiraba miedo.
Miedo a la muerte, miedo a lo desconocido, miedo a un virus que retó a la ciencia, la tecnología y a una sociedad que creía que era inmune a las catástrofes.
Rápidamente las Farmacéuticas, los institutos de investigación dedicaron su vida a entender la naturaleza del virus y proponer ideas para NO curarlo pero sí para protegernos ante su contagio.
Es imposible e incorrecto pensar que el propósito debió haber sido «matar al virus» porque de entrada, el virus ni siquiera es un ser vivo y por otra parte, no se puede buscar protegerse de algo de lo que no se sabe nada.
En 3 años tuvimos muchas vacunas de diferentes casas comerciales, con diferentes niveles de eficacia y métodos de formulación. La bioquímica y la medicina salvó millones de vidas.
Sin embargo el frente de batalla encabezado por médicos, enfermeras, Farmacéuticos y paramédicos nunca se rindió y empíricamente y con los recursos disponibles se lucieron dando lo mejor que tenían para cumplir con su juramento.
¿Y los gobiernos?
Los gobiernos de primer mundo fueron rigurosos, estrictos, apoyaron con muchos recursos a la investigación y a la batalla en primera línea.
Fueron ellos los que salieron avantes primero.
Pero los gobiernos de países en desarrollo a los que les falta disciplina, educación y recursos…
Esos gobiernos hicieron lo que su ronco pecho quiso sin importar que tan mal ejemplo o qué tan malas fueran las medidas impuestas.
Parece que se esforzaban por hacerse los graciosos, por mostrarse tranquilos así como si se tratara de ovnis y minimizaran su existencia despreocupado a la sociedad.
Pero era material genético encapsulado capaz de resistir las condiciones más duras y utilizar a la maquinaria del cuerpo humano para evolucionar y cada ves producir una versión mejorada de si mismo cada vez más contagiosa. Cada vez más peligrosa.
Hoy mucha gente se pregunta.
¿Jamás habrá un medicamento que pueda acabar con el virus?
Es insensato pensar que no.
El detalle es que un medicamento sale al mercado al menos en 10 años por todo el proceso que requiere y las diferentes etapas de prueba al que debe ser sometido, llevan su tiempo y muchísimo recurso.
A 3 años del comienzo, ya no usamos cubrebocas.
Ya no se anuncian nuevas dosis de vacunas.
Ya no se tiene miedo a contagiarse.
Ya todos salen a lugares concurridos.
Ya volvimos a dejar de lavarnos las manos obsesivamente.
Hoy parece que ya nos olvidamos de los millones de muertos que dejó el virus, parece que no nos preocupamos por una nueva ola.
Pero tenga por seguro que los científicos del mundo cada vez entienden más este patógeno y llegará un día en que se formule un medicamento para poder eliminar en gran parte la infección de un sistema vivo.